sábado, abril 02, 2005

UNA CLASE DE ECONOMIA POLITICA

Los sones del organito anuncuavan que el barquillero estaba llegando al barrio. Estaban hechos de trigo y de aire, y de músixa también, aquellos barquillos crujientes que nos hacían agua la boca.

La cantidad de barquillos dependía de la suerte. A cambio de una moneda, echabas a gurar un disco, hasta que la aguja señalaba tu número de la fortuna: del cero al veinte, si mal no recuerdo, recibías nada, poco, o un banquete.

Nunca olvidaré mi primera vez. Yo pagué mi moneda, me alcé en puntas de pie y puse a girar el disco. Cuando el disco se detuvo, alcancé a ver que la aguja apuntaba al veinte. Y entonces el barquillero metió un dedo y sentenció:

- Cero

En vano protesté.

Yo ya era capaz de contar hasta veinte con ayuda de las dos manos, pero no sabía un pepino de Economía política.

Aquella fue mi primera lección.

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