jueves, junio 30, 2005

PARA LA CATEDRA DE HISTORIA DE LAS IDEAS

-¡ Cómo has cambiado de ideas, Manolo!

- Que no, Pepe, que no.

- Que sí, Manolo. Tú eras monárquico. Te hiciste falangista. Luego fuiste franquista. Después fuiste demócrata. Hasta hace poco estabas con los socialistas y ahora eres de derechas ¿Y dices que no has cambiado de ideas?

- Que no, Pepe. Mi idea ha sido siempre la misma: ser alcalde de este pueblo.

sábado, junio 25, 2005

LAS CARAS Y LAS MASCARAS

También las ciudades latinoamericanas se hacen el lifting. Borratina de la edad y de la identidad: sin arrugas, sin narices, las ciudades tienen cada vez menos memoria, se parecen cada vez más a sí mismas, y cada vez se parecen más entre sí.

Los mismos altos edificios, prismas, cubos, cilindros, imponen su presencia, y los mismos gigantescos anuncios de marcas internacionales copan el paisaje urbano. En la época de la clonación obligatoria, los verdaderos urbanistas son los publicistas.

POBREZAS

Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.

Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio, ni pueden comprarlo.

Pobres, lo que se dice pobres, son los que tiene piernas que se han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.

Pobres, lo que se dice pobres, son los que comen basura y pagan por ello como si fuera comida.

Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada por ella.

Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen más libertad, que la libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.

Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas.

Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos y están solos.

Pobres, lo que se dice pobres, son los que no saben que son ponbres.

martes, junio 21, 2005

INSTRUCCIONES PARA BUSCAR AVENTURAS

Se puede afirmar, sin temor a la indignación de los sabios, que en los tiempos que corren es cada vez más improbable tropezar con la aventura.

Lo imprevisto, lo extraño, lo misterioro no sucede nunca.

Curiosamente, parecen existir muchísimas personas con espíritu aventurero. Todos los días conversa uno con señores que desean vivamente una vida más interesamte y un teatro de aconteciemientos más rico y más amplio.

Esta gente sale de su casa cada mañana esperando que algo ocurra y uscando, como decía Whitman, "algo pernicioso y temible, algo incompatible con una vida mezquina, algo desconocido, algo absorbente, desprendido de su anclaje y bogando en libertad".

Pero la búsqueda es siempre inútil y casi todos los hombres, en e ocaso de sus vidas, confiesan que no han vivido jamás una aventura.

¿Dónde estan - se pregunta uno - las doncellas atormentadas por un gigante que desde la torre se algún castillo esperan nuestra intervención salvadora?

En ninguna parte. Ya no quedan gigantes, ni castillos, ni - mucho menos - doncellas.

La actual civilización parece pensada para evitar las aventuras. Porque en realidad la aventura es el riesgo. Y nadie quiere arriesgarse.

Siendo la seguridad un valor cuya admiración se promueve de continuo, es inevitable que la mayor parte del esfuerzo tecnológico que se realiza esté destinado a evitar sucesos imprevistos. Las cerraduras Yale, los despertadores, los semáforos, las píldoras anticonceptivas, las alarmas, los preservativos, los cierres de cremallera, las agendas, los paracaídas. Todos estos inventos alejan el sobresalto.

Naturalmente, siempre queda alguna grieta como para que se introduzca lo extraordinario. Pero no es suficiente. Para demostrarlo, vale la pena realizar una sencilla experiencia: pidamos a nuestros conocidos que refieran los hechos más curiosos que han vivido. Los resultados serán entre aburidos y penosos.

Alguien quedó encerrado en el ascensor durante una hora. Otro dice haber ganado un jarrón en una kermese. Un tercero obtuvo un boleto capicúa.

Se trata de aventuras miserables.

Los griegos pensaban que las cosas ocurrían sólo para que los hombres pudieran contarlas luego. Si esto es cierto, el futuro de nuestras conversaciones es poco prometedor. ¿Qué les contaremos a nuestros nietos? ¿Que una vez vimos un choque? ¿Que se nos reventó un sifón? Pobre será la épica que surja de estos modestos cataclismos.

El aventurero actual ha aprendido a contentarse con sombras de emoción. La televisión y el cine son sus melancólicos proveedores de asombro.

Chesterton había inventado una solución genial: la Agencia de Aventuras.

Era una empresa que tendía a los caballeros que experimentaban el deseo de una vida variada.

Mediante la satisfacción de una suma anual, el cliente se veía rodeado de acontecimientos fantásticos y sorprendentes provocados por la Agencia.

El hombre salía de su casa y se le acercaba un chino excitadísimo quien le aseguraba que existía un complot contra su vida. Si tomaba un coche, era conducido al Barrio del Invierno, donde cunden las riñas, los marineros egipcios y las mujeres peligrosas. Gracias a esta eficiente organización, el aventurero se veía obligado a saltar tapias, pelear con extraños o a huir de desconocidos perseguidores.

Pero la realidad, aun cuando ha sido capaz de depararnos empresas tan absurdas como las que investigan mercados o gestionan transferencias de automóviles, no nos ha brindado una Agencia de Aventuras.

¿Qué puede hacerse entonces?

Pues hay que actuar. No podemos pensar que las aventuras vendrán a nosotros. De nada sirve esperar lo imprevisto mirando vidrieras o sentados en el umbral. Es necesario que uno mismo provoque sucesos extraordinarios.

Para demostrar que esto es posible, abandonaremos las anchas avenidas de los Enunciados Generales para ingresar en el Laberinto de los Ejemplos Concretos. Para decirlo de una vez, nos proponemos impartir instrucciones precisas para vivir aventuras.

Aventura de la mujer rubia

Antes de comenzar a vivir este episodio, usted debe elegir a una mujer rubia. Desde luego, es preferible que sea hermosa. Ydesconocida.

Una vez que usted se haya decidido por una rubia determinada, comience a seguirla. Pero, atención. No se trata de escoltarla durante un par de cuadras murmurándole frases ingeniosas. Hay que seguirla silenciosamente y en forma perpetua. Hasta su casa. Hasta su trabajo. Hasta donde fuere necesario.

Esto no debe interrumpirse jamás. Cada vez que ella entre en un edificio, usted deberá permanecer afuera esperando su salida.

No hay que disimular. La idea es que la mujer rubia advierta cabalmente que usted la está siguiendo. Esto la pondrá muy nerviosa y hasta es probable que llame al vigilante.

Pasarán días, semanas, y tal vez meses. Usted se convertirá en una sombra familiar y silencionsa. Si la mujer rubia tiene novio, no abandone la empresa. Después de todo, usted solamente quiere que algo ocurra. Y tarde o temprano algo ocurrirá.

Aventura del timbre que suena en la noche

Usted camina por una calle oscura. Son las cuatro de la mañana. Tal vez llueve. De pronto, frente a una casa cualquiera, usted resuelve tocar el timbre. Pasan los minutos. Usted vuelve a tocar. Un hombre consternado abre la puerta.

-¿Qué ocurre? - pregunta.

- Ando en busca de una aventura - contesta usted.

Aventura de la novia perdida

Un día usted resuelve encontrar a su Primera Novia.

Si usted ha tenido el descaro de casarrse con ella, es evidente que la cosa no constituye una aventura sino una fatalidad.

Pero supongamos que usted no la ve desde hace veinte años. No sabe qué ha sido de ella. Apenas recuerda su nombre y su cara ha tomado ya la forma de los sueños y el recuerdo.

Usted hace averiguacions. Indaga entre quienes la han conocido. Investiga en los lugares en los que ella trabajó o estudió. Recorre calles al acaso, cree reconocerla dos o tres veces. Alguien le pasa un dato cierto.

Mientras todo esto ocurre, usted se vuelve a enamorar de la Primera Novia y sueña todas las noches con ella, como solía hacer veinte años atrás.

Un día usted descubre su paradero. Sabe exactamente dónde encontrarla. Tiene la dirección, el número de su teléfono y conoce los horarios en que es apropiado llegar a ella.

Usted piensa que la aventura ya puede conmenzar, pero en realidad es aquí donde debe terminar.

Aventura del túnel que va a cualquier parte

Usted y un grupo de amigos aventureros comienzan a excavar un túnel en el fondo de una casa, que puede ser la suya.

La tarea deberá acometerse con el mayor vigor.

Durante la excavación se irán descubriendo objetos extraños, tales como huesos, cascotes, tapitas de cerveza, zapatillas fósiles y antiguos pozos ciegos.

El trabajo durará meses y meses. Durante ese lapso surgirá una deliciosa camaradería entre los integrantes del grupo. Es muy probable que todos sean despedidos de sus trabajos habituales, en razón de inasistencias, la impuntualidad y la suciedad, inevitables cuando un excava un túnel. Por las mismas razones, lso que tuvieren novia serán abandonados.

Así las cosas, la única preocupación del grupo será cavar y cavar. Un día cualquiera, cuando el túnel ya tenga una extensión considerable, se comenzará a cavar hacia la superficie. Y aquí viene le momento fundamental de la aventura. ¿Dónde aparecerán los viajeros subterráneos? ¿En el hall de una casa habitada por señoritas solteras? ¿En una panadería? ¿En un convento?




Hay otras aventuras posibles: la del que se embarca en un carguero sueco, la del viaje subterráneo a través del arroyo Maldonado, la del que investiga a los mendigos para descubrir que son ricos, la del que se mete en el baño de damas, la del que se agacha a ver por qué no explota el cohete... Hay que elegir.

Salgamos de una vez. Salgamos a buscar camorra, a defender causas nobles, a recobrar tiempos olvidados, a despilfarrar lo que hemos ahorrado, a luchar por amores imposibles. A que nos peguenm a que nos derroten, a que nos traicionen.

Cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez.

jueves, junio 16, 2005

SACARSE LOS ZAPATOS

Desde que tengo uso de razón me aprietan los zapatos.

Ser argentino es como haberse comprado zapatos nuevos. Duros y en punta. Ideales para que a una la pasen a buscar en auto y la depositen en un cine o en un restaurante, pero fatales si el programa es caminar sin rumbo fijo. Ser argentino es caminar sin rumbo fijo, pero con zapatos nuevos. Ser argentino es una piedra en el zapato. Una molestia permanente que no nos deja concentrar en el paisaje, ni en el día extraordinario que acaso nos ha tocado en suerte, ni en esa callecita tentadora, ese pasaje de nombre raro que no figura en la Guía Peuser. La Argentina es un pasaje que no figura en la Guía Peuser. Una curiosidad geográfica, política y social, una sorpresa cultural, un desconcierto fenomenal a la hora de atajar el talento. El talento argentino chorrea a borbotones y es malo y es bueno. Es bueno porque es mucho y de tanto que es, se sale de cauce. Por eso mismo es malo. Porque termina desaprovechado y porque, por si eso fuera poco, como solían decir los talentosos vendedores
ambulantes, encima está sobreestimado: es mucho pero creemos que es muchísimo. Ser argentino es arreglarse con poco y tener grandes ideas. Y no poder llevarlas jamás a cabo. Es estar en el medio del río y no ver una luz, como los uruguayos, que según Jorge Drexler cantó en la entrega del Oscar, creen haber visto esa luz al otro lado. Los argentinos no vemos lucecitas. Vemos estrellas fugaces. Somos de encandilarnos. De enceguecernos. De llevarnos todo por delante. Las lucecitas siempre nos parecen poca cosa. Los argentinos tenemos grandes expectativas. Tantos climas y tantas esperanzas. Y la realidad nos torea y lo que hay es menos, siempre menos de lo que hemos soñado. Ser argentino es haberse desilusionado. Es haber creído que estábamos para el campeonato. No se puede creer cuando nos eliminan en cuartos de finales. ¿No éramos los mejores? Pareciera que no. Pareciera que prometíamos. Como antes, como hace tanto, como cuando no habíamos nacido, pero el granero del mundo pintaba
para potencia. Y mirá lo que quedó. Pendejos cartoneando. Pendejos haciendo malabares. En los semáforos, ellos hacen que saben tirar las pelotitas como si fueran del Sarrasany. Pero las pelotitas se les caen y dan pena, y algunos ni los miran, pero otros les ponen la moneda de veinticinco centavos en la mano precisamente porque las pelotitas se les caen, porque no son payasos, porque te parte en dos el patetismo de la gracia mal hecha. El papelón por veinticinco, ¿quiere que se lo haga de nuevo? Cuando corte el semáforo, ellos van a volver a hacer lo que saben. Qué van a saber, si tienen siete años. Ser argentino es quedarse pensando en ese chico y también es olvidarse. Es tener memoria del horror y desmemoria. Es tener conciencia de que hoy no se chupan a nadie por pintar una pared pero putean porque cortan una calle. Es vivir con la soga al cuello porque nunca, nunca en estos años se logró exterminar el bicho autoritario. Ese bicho que nos sale de adentro, del intestino del país,
esa bacteria comecarne que no mata ideas pero mata gente. Acribillada o de hambre. Ser argentino es no haber terminado de sacarse la faja. Vivir fajado para no decir todo lo que uno piensa. Ser argentino es no querer escuchar la verdad cruda. Es apenas aceptar la verdad razonable. Es desnudarse a medias, dejarse los zoquetes puestos en una noche de frenesí. Ser ridículo. Eso es ser argentino. Capitanes Beto con fotos de Gardel rumbo al espacio. Es estar orgullosos de Ginóbili (de Manu) porque triunfa en EE.UU. y repetir como pelotudos que inventamos el colectivo, el dulce de leche y las huellas digitales. Es ser poquita cosa pero con una soberbia obesa. Ser argentino es andar con zapatos nuevos como la democracia que ya anda por la mediana edad y sin embargo parece una quinceañera atolondrada que en cualquier momento vendrá a decirnos que quedó embarazada. ¿De qué estará embarazada esta democracia nuestra? ¿Qué parirá? ¿Un mañana más amable para la mayoría o un monstruo que la
devore?

Ser argentino es haberse comprado zapatos nuevos y salir a caminar sin rumbo fijo. Es maldecir esta naturaleza de comprador compulsivo. Es hacer facha con los zapatos nuevos cuando lo único que los haría felices sería olvidarnos que tenemos pies, y andar ligeros, cómodos, reconciliados con el modesto piso que pisamos.

martes, junio 14, 2005

Gabriel García Márquez - Algo muy grave va a suceder en este pueblo

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: "No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo".

El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: "Te apuesto un peso a que no la haces". Todos se ríen. El se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Y él contesta: "es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo".

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mama, o una nieta o en fin, cualquier pariente, feliz con su peso comenta:

-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.

-¿Y porqué es un tonto?

-Porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Y su madre le dice:

- No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen...

Una pariente oye esto y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero: "Deme un kilo de carne", y en el momento que la está cortando, le dice: "mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado".

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar un kilo de carne, le dice: "mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas". Entonces la vieja responde: "Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos..." Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde. Alguien dice:

-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?

-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!

Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.

-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.

-Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.

-Sí, pero no tanto calor como ahora.

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: "Hay un pajarito en la plaza". Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.

-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.

-Sí, pero nunca a esta hora.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. Hasta que todos dicen: "Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos". Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.

Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: "Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa", y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, le dice a su hijo que está a su lado: "¿Vistes mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?"

lunes, junio 06, 2005

Todos somos esencialmente fantasmas

¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un
hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.

James Joyce



Haremos a continuación unos datos indispensables acerca de la naturaleza de los fantasmas.
Por empezar, un fantasma es continuidad de un ser que ha vivido. No se nace fantasma, se deviene en ese estado en virtud de unas perturbaciones que van desde una promesa incumplida hasta un entierro defectuoso. Los fantasmas aparecen y desaparecen no por casualidad sino por hacerse bruscamente invisibles o imperceptibles. Un fantasma tiene nula o casi nula densidad. Puede atravesárselo con una niebla y no es posible tocarlo, abrazarlo, ni retenerlo. El fantasma además puede él mismo atravesar objetos sólidos. Algunos autores limitan este don de atravesar las paredes y señalan que los fantasmas sólo atraviesan muros que han sido edificados con posterioridad a su muerte. Un espectro sigue utilizando las puertas que conoció en vida, aunque hayan sido selladas. Es que para el fantasma el tiempo se cristaliza. No sigue viviendo, sigue insistiendo sobre lo que pasó. Por eso los fantasmas siempre pretenden venganza y también instalarse en un tiempo que no progresa.
Otra característica de los fantasmas es que no se alejan nunca del lugar que los cobijaba. No hay fantasmas itinerantes. Todos están vinculados a un foro único, una casa, un puente, una encrucijada, una habitación. Muy a menudo los fantasmas se presentan ante los humanos y hacen anuncios, advertencias o revelaciones. En muchos casos, una vez satisfecha su demanda, el espectro deja de aparecer. Esto hace parecer que un espectro es un ser patológico, sufriente, marginado. La expresión “alma en pena” implica dos aspectos fundamentales de la naturaleza espectral. Primero que es algo distinto del cuerpo, pero al mismo tiempo le es inherente o correspondiente. Todos tenemos un alma, todos somos potencialmente fantasmas. Pero para ejercer plenamente las actividades fantasmales es necesario penar, sufrir un castigo por alguna pena vacante.
(...) Hay que decir que las llanuras del sur de América son poco propensas a la credulidad. En Río Grande, en Uruguay, en las pampas, la desconfianza es una forma de astucia. Las historias de fantasmas se cuentan así con más ironía que temor. Los milagros no fortalecen la fe, si no más bien la sed de explicaciones. El espiritismo nunca hizo grandes progresos, y aunque en las áreas urbanas muchos intentaron el diálogo profesional con los difuntos, jamás se logro el suceso alcanzado en los países orientales.
Por eso debemos considerar a Florencio Oliva, el médium de Villa Urquiza, como una verdadera excepción. Durante largos años su salita de la calle Alto Laguirre se llenó de deudos afligidos, mirones metafísicos y vigilantes disfrazados. En sus comienzos, Oliva trabajaba con un solo espíritu, el finado Gaitán, un peluquero del barrio muerto en un choque de trenes. Gaitán se presentaba de la forma más contundente y respondía a cualquier consulta con detalladas descripciones del más allá. También a favor de su condición de peluquero, sabía contar viejos y sabrosos chismes del barrio. La verdad es que Gaitán estaba vivo. Había aprovechado el accidente para huir de sus acreedores, hasta que Oliva lo encontró en Monte Hermoso y le propuso participar en sus experiencias parapsicológicas.
Los espiritistas clásicos y los visionarios del siglo XIX produjeron una literatura de ultratumba que en conjunto proporciona una descripción completa del cielo, un cielo de burgueses acordes, un poco vegetarianos, amantes del progreso y las maravillas urbanas. Pues bien, para Gaitán el cielo era Villa Urquiza, con algunas modificaciones parecidas a la venganza. En sus descripciones se limitaba a los detalles. La ausencia de yuyos, el tango obligatorio, el carácter subalterno de los ingleses y una curiosidad capilar: el pelo sigue creciendo en la morada celestial. Apurado por unos novios cesantes, Gaitán dictaminó que en el cielo uno anda con quien quiere y, para el caso de amores no correspondidos o personas codiciadas por más de uno, se creaban duplicados perfectos para que nadie anduviera molestando con sus lloriqueos.
El peluquero ayudó a Florencio hasta su verdadera muerte. Después ya se hizo imposible convocarlo. Privado de su principal atracción, el espiritista no tuvo más remedio que adiestrarse en tecnologías fraudulentas. La salita se llenó de cortinados, consultores parlantes, espejos, falsas paredes y máquinas de humo.
Con el tiempo, sus fantasmas fueron irreprochables. Complicados servicios de información le permitieron responder a los requisitores mas específicos. Otros médium de la ciudad lo pusieron a prueba. Florencio los engaño a todos. Jorge Allen, el poeta de Flores, asistió en calidad de escéptico a una de sus secciones. En lo mejor de la noche se presentó en un rincón del cuarto el espíritu de una joven bailarina llamada Julia, que había sido convocada por su hermana. Aun difuminados sus contornos, oscurecidas sus facciones y velados sus atractivos, la presencia enamoró a Jorge Allen. Fastidiado por las indagaciones familiares de la hermana, el poeta cambió el rumbo de la conversación y quiso saber cuál era el máximo contacto que podía establecerse entre seres de distintos mundos. Astutamente, el espectro contestó que no lo sabía.
-Pues vamos a averiguarlo ahora mismo- gritó Jorge Allen, y saltó de su silla.
El espíritu desapareció y Oliva no pudo concentrarse para volver a convocarlo. Pero en noches subsiguientes, Allen regresó a la salita y reclamó la presencia de Julia, la bailarina. En los primeros intentos debieron conformarse con poco, unos golpes codificados, una mano que recorría la habitación. En cierta ocasión, Florencio Oliva anunció que un beso andaba suelto por la sala. Jorge Allen preparó su boca, pero una florista de La Paternal se le adelantó y juró ser besada por su difunto esposo.
Por fin, Julia apareció casi enteramente durante siete noches consecutivas. En la última de ellas declaró que ya no volvería a presentarse. Después se acercó lentamente al poeta y le dijo que por autorización expresa de fuerzas superiores, le concedería el privilegio de un beso, de un beso carnal. Allen advirtió que harían bien las fuerzas superiores, que nuestro acto más espiritual es justamente el más carnal. Inmediatamente se trenzó con Julia en un rincón del cuarto y hubo besos de dos mundos. A último momento el espíritu, con disimulo, puso un papel en la mano del poeta.
Julia se fue para siempre, la sesión terminó y Jorge Allen leyó ansioso el mensaje de ultratumba. Decía: “Estoy viva y te espero mañana a medianoche en el puente de la estación Coghlan”.
La cita se cumplió. Julia resulto ser Adriana, su belleza era más contundente de lo que parecía en el otro mundo. Allen la amó aquella noche con pasión y supo de los fraudes de Florencio Oliva.
-No te volveré a ver -le dijo-. Una buena amante debe llevar el engaño hasta el final.
Allen dejó de concurrir a la salita de la calle Alto Laguirre.
Florencio Oliva, el espiritista, no le ocultó la verdad. El propósito altruista de todas sus trampas era convencer a las personas de algo que para él era indiscutible. El cielo existía. Oliva era un espiritista creyente. Era consciente de su incapacidad para hablar con los muertos, pero estaba seguro de que había otro mundo, cuyos habitantes deseaban enseñar a la sociedad a comprender la naturaleza eterna del alma. Pero sus métodos se volvieron cada vez menos sutiles. Se dejó tentar por los difuntos célebres y no era extraño escuchar en la salita las voces de Platón, Copérnico, Descartes, Newton, Heisenberg o Irineo Leguizamo. Una tarde de otoño, el mismo Albert Einstein explicó, no sin un sospechoso acento pampeano, que todo era relativo y no valía hacerse mala sangre por nada.
Los tiempos se pusieron difíciles. Los pocos que iban a la salita se mostraban cada vez más suspicaces. Jorge Allen y sus amigotes solían presentarse disfrazados y arruinaban las sesiones con maullidos, rimas chuscas y pedorretas.
Florencio Oliva perdió su clientela y acaso la fe. Los actores que utilizaba para sus representaciones lo extorsionaban y le sacaban casi todo su dinero. En sus últimos tiempos adivinaba la suerte por una moneda. Se enfermo gravemente.
Una madrugada de invierno vio una figura misteriosa acercándose a su lecho de enfermo.
-Traigo señales del otro mundo- dijo el espíritu.
-¿Hay otro mundo?- preguntó Oliva.
-Sí. Y aunque nunca recibiste nuestras respuestas, nosotros te hemos escuchado siempre.
El espíritu sacó trescientos pesos del bolsillo y los puso sobre la mesa de luz.
-El mensaje es que el cielo existe y que desde allá mismo te mandan estos trescientos pesos. Ahora, con permiso, debo rajarme.
La presencia se esfumó y un rato después, casi totalmente encarnada, se tomaba el 133 hasta Plaza Once.
Oliva murió al mes siguiente, renovada su fe y pagas sus cuentas.

miércoles, junio 01, 2005

EXPLICACION DEL FUTBOL (PARA MUJERES)

Una amiga me preguntó hace unos días "¿Por qué los hombres son tan fanáticos del fútbol y cuando juega su club, las mujeres(novias, esposas, amigas, etc) dejan de existir para ellos?. Vos que sos hombre ¿Me lo podés explicar? me dijo, mientras echaba espuma por la boca, enojada porque su novio había aplazado una salida para ver un partido de su equipo favorito.

Lo primero que hice fue aconsejarle que se resignara( y recibí una mirada de furia como respuesta). Es así, debe resignarse, porque por más que lo intente no podrá ganarle al fútbol. El motivo es simple: el amor, la pasión por el club favorito no desaparece, como sí desaparece el amor hacia la pareja (un tipo a lo largo de su vida, en la mayoría de los casos, ha tenido más de una novia a lo largo de su vida). Ella respondió que yo tenía razón y que no era cierto que el amor a una camiseta fuera más firme que el amor hacia una mujer.
Al oir esto le dije "¿Cuántos tipos conocés que a lo largo de su vida hayan cambiado de novia o de esposa?". Me respondió que conocía a muchos hombres en esa situación. Luego le dije ¿"Cuaántos tipos conocés que hayan cambiado de equipo de fútbol?". Absolutamente resignada respondió que ninguno. Con lo cual reconoció que yo tenía razón.
Ahora bien ¿Por qué es así? ¿Por qué para un hombre la pasión futbolera es inalterable?

Mi teoría es que se debe a que, para los hombres, el fútbol está vinculado a los sueños.¿De qué modo? Es simple. Todos los chicos quisimos ser futbolistas porque nos parece un deporte hermoso(lo cual la mayoría de las mujeres jamás podrán entender por no haberlo jugado nunca). Sigamos. Lo consideramos(los hombres) un deporte hermoso, a eso se suma que en general se gana buen dinero siendo jugador de fútbol, y...¿A quién no le gustaría trabajar en algo que le encanta y que, además, le garantiza un buen dinero como ingreso? Una vez entendido esto, ahora sigamos adelante. Ya sabemos por qué todos quieren jugar al fútbol, pero ¿Por qué los que no conseguimos ser futbolistas, incluso muchos años después, nos quedamos mirando el partido como si estuvieéramos hipnotizados?
La respuesta que tengo es ésta: Porque de modo conciente o inconciente uno mira la televisión y piensa que uno quiere estar ahí, que daría todo por estar ahí "en el verde cesped"(como diría el gran Angel Labruna), y todos esos condimentos (gusto por el deporte, y el hecho de que sea el sueño imposible) dan como resultado esa especie de hipnosis. Es por eso del sueño imposible que cuando uno ve que un jugador erra un penal siempre alguien dice algo como "¿Cómo le va a pegar así? Si lo pateara yo seguro que lo meto". Esta frase también está vinculada al sueño imposible. La "traducción" de esa frase es ésta:"¿Cómo van a dejar que patee él? Yo, que toda la vida quise estar ahí, que daría todo por estar ahí, estoy aca viendo la tele, y el idiota este que hizo realidad su sueño(y el mío), que además gana muy buen dinero , ni siquiera puede patear bien un penal?"

Otro punto para demostrar qye las mujeres jamás podrán contra el fúbol es éste. Hace unos días otra amiga me dijo que su novio parecía estar enamorado de su equipo de fútbol y no de ella. Y mi respuesta es que sí está enamorado de su equipo de fútbol y también de ellacon( así se lo dije) la diferencia de que el club le será fiel y la mujer no siempre (los hombres tampoco).

Una de las peores o la peor de las cosas que le puede pasar a un hincha es que su equipo se vaya al descenso. Es comparable a una separación traumática(supongamos por infidelidad). Pero luego de la separación en muchos casos el tipo no le vuelve ahabalr a su ex pareja. Una especie de rupturade todo tipo de relación (no sólo romántoca) entre la ex pareja.
En cambio en el caso de que el club del cual uno es hincha se vaya al descenso, el vículo no se rompe, sino que, al contrario, se fortalece.

Otro ejemplo de la pasión que el fútbol genera en los hombres es que el fútbol puede ser motivo de una conversación entre dos desconocidos (y quién sabe, tal vez esa conversación sea el comienzo de una amistad, como suele suceder cuando uno es chico). Ejemplo unam mujer entra en el ascensor de un edificio, y en el ascensor hay varios hombres que van a diferentes pisos del ediicio. Uno de ellos está escuchando el partido por una radio portatil. Seguro que alguno de los que no tiene la radio le pregunta como va el partido, y ahí, seguramente se arma una pequeña conversación cuando le responden cuál es el resultado del cotejo. El fútbol es un tema que abarca a todos los hombres( o a su inmensa mayorí) y algunas amigas mías han reconocido con envidia que las mujeres no tienen un tema que las abarque a todas, un tema capaz de lograr que hablen entre ellas a pesar de no soportarse, como lo es el fútbol para los hombres).

Asique le dije a mi amiga que se resigne. Vamos a ver que opina cuando lea esto. Buenas tardes.