martes, febrero 08, 2005

Calderón

Pedro Calderón de la Barca nace en Madrid en 1600 y muere en la misma ciudad en 1681. Alcanza a ver en su vida tres reinados: el de Felipe III, el de Felipe IV y el de Carlos II. Aunque es posible que escribiera alguna obra en los últimos años de Felipe III, su madurez teatral coincide con el reinado de Felipe IV, con piezas teatrales memorables como El alcalde de Zalamea, La vida es sueño, El médico de su honra, La dama duende, El príncipe constante, sin que falten obras para palacio.
Pero a partir de 1651, tras su ordenación sacerdotal, su producción teatral profana para los corrales de comedias decrece, aunque sigue ejercitando su pluma en el teatro mitológico para palacio y en los autos sacramentales, y ésta es su labor en los años de vejez con el reinado de Carlos II.
Con una formación profunda en colegio de jesuitas y universidad, no faltó en la vida de Calderón la experiencia militar en los frentes, los azares de juventud y algún amor; pero es importante en su vida la condición de dramaturgo de palacio y de los autos para el Corpus; y la imagen que nos ha llegado es la de una persona reflexiva de sólida formación y pensamiento.
Frente a un Lope vital, que tanta literatura hizo con su vida, Calderón deja en la sombra los secretos de su intimidad, pero nos ofrece en su obra la profundidad del filósofo y del teólogo y la gran capacidad teatral de quien fue capaz incluso de burlarse de alguna de sus fórmulas dramáticas.
La obra teatral del escritor madrileño Pedro Calderón de la Barca significa la culminación barroca del modelo teatral creado a finales del siglo XVI y comienzos del XVII por Lope de Vega. Significa también el perfeccionamiento en técnica teatral en multitud de comedias de enredo, el adensamiento filosófico en obras memorables, la perfección de un género genuinamente hispano como es el auto sacramental y la elevación estilística en momentos en que la poesía había llegado a cimas de perfección con Góngora y sus seguidores. Además, la escenografía, especialmente en el teatro cortesano, conoce un amplio desarrollo.
En su obra hay una variedad y pluralidad de niveles y registros, que van de la tragedia del poder, el honor, los celos (La hija del aire, El médico de su honra, El mayor monstruo del mundo), los dramas sobre el sentido de la vida o la dignidad del campesino (La vida es sueño, El alcalde de Zalamea) a la comedia de enredo (La dama duende, Casa con dos puertas mala es de guardar), sin olvidar la celebración del Dios cristiano en el monumento simbólico y alegórico de sus autos sacramentales y la de los dioses de la gentilidad en fastuosas fiestas teatrales mitológicas de palacio, con rica y costosa escenografía. Y hay, además, un Calderón de la risa lúdica, a veces carnavalesca, en su teatro breve cómico.
Calderón es un dramaturgo de oficio, contradictorio y complejo, con supremo dominio de la técnica y multitud de pliegues conceptuales en su teatro.

Basilio es el rey de Polonia. Es supersticioso, y al nacer su hijo Segismundo, creyó lo que los astrólogos le decían sobre él. Decíanle a Basilio que su sucesir( es decir Segismundo), iba a ser un tirano con su pueblo. Para evitar esto Basilio encerró al príncipe en una torre de la cual no podía salir.
En un momento Basilio permite a Segismundo salir de la torre. Segismundo empieza a mostrar su cólera, producto de tanto tiempo de encierro.
Al ver esto, Basilio decide encarcelar nuevamente a Segismundo en la torre. Le hace creer al príncipe, que en realidad jamás salió de la torre, y que lo que él tiene por un tiempo fuera de la torre, no es más que un sueño, que en realidad jamás salió de su prisión; sino que lo había soñado.
En éstas circunstancias, Segismundo pronuncia este soliloqui, que es uno de los más hermosos, y famosos de la literatura española de toos los tiempos.


Jornada II escena XIX

Es verdad; pues reprimamos
Esta fiera condición,
Esta furia, esta ambición,
Por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
En mundo tan singular,
Que el vivir es sólo soñar;
Y la experiencia me enseña
Que el hombre que vive sueña
Lo que es hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
Con este engaño mandando,
Disponiendo y gobernando;
Y este aplauso, que recibe
Prestado, en el viento escribe,
Y en cenizas le convierte
La muerte (¡desdicha fuerte!):
¡Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
En el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza,
Que más cuidados le ofrece;
Sueña el pobre que padece
Su miseria y su pobreza;
Sueña el que a medrar empieza,
Sueña el que afana y pretende,
Sueña el que agravia y ofende;
Y en el mundo, en conclusión,
Todos sueñan lo que son,
Aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
Destas prisiones cargado,
Y soñé que en otro estado
Más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
Y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
Y los sueños, sueños son.

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