lunes, diciembre 06, 2004

SOBRE IR A PAGAR IMPUESTOS (2°PARTE)

Pero dejemos los partidos de truco, para volver a lo que sucede en la fila, una vez terminado el torneo.


Ante tales quejas sale un señor que parece mayor( con los uniformes que tenían los empleados, cuando las empresas eran estatales, uno parecía hombre mayor, aun cuando tuviera menos edad que "el bebé"). Ese señor nos comenta que, : "ya serán atendidos, por otro empleado."


Ese otro empleado sí es un señor mayor. Como usualmente sucede con la gente mayor este señor esta lento en sus movimientos, con lo cual , uno tiene ganas de decir: "Me voy a tomar un café y vengo", con la absoluta seguridad, de que a la vuelta el señor no habrá terminado de despachar al cliente al que está atendiendo en este momento.

En un principio uno cree que este señor es el padre del gerente y que es por eso que sigue en la empresa. Luego se da cuenta de que no es así. En realidad el atento señor, siempre fue cajero de esta empresa, pero esta aquí prácticamente desde la fundación de la misma, con lo cual, el echarlo significaría pagarle una indemnización enorme. Para evitarse tal gasto, la empresa decide mantenerlo en sus funciones. Finalmente, después de varias horas de espera, una termina el trámite y se va.


Esta clase de cosas sucedían cuando la empresa era del Estado. Ahora que es privada no sucede más, sucede de esta otra manera.


Uno llega y se maravilla con la hermosa arquitectura del edificio. Tiene que hacer una cola que también es kilométrica, pero decide sentarse en los sillones que están a su disposición. Sillones que cumplen una función cínicamente doble: Por un lado, están para brindarle comodidad al cliente. Por el otro están para que cuando usted los vea apenas entra, se dé cuenta de que la espera será taaaaannnn larga, que se verá obligado a sentarse en ellos para descansar un poco. Es decir, cumplen la función de elemento para la comodidad física, pero también, de elementos de tortura psicológica.


También sucede que el empleado(que ahora está impecablemente vestido) tarda en atender. Pero ahora uno no lo ve, porque el empleado está detrás de una pequeña parecita. Los diálogos que el empleado mantiene por teléfono, son distintos, de los que mantenía la gorda que nos atendía cuando la empresa era del Estado. Es lógico, porque quien nos atiende tiene 30 años menos que esa señora. Ahora los diálogos versan sobre las cosas que los boludos (todos son boludos, al menos se llaman a sí mismos de esa manera) van a hacer este fin de semana, o cosas por el estilo.


Dialogo tipo:


Empleado: - ¿Que hacés boludo? No pensé que me ibas a llamar al laburo


Interlocutor:- Sí. Che forro, decíme ¿que te dijo Juan el otro día?


Empleado: - No, no puedo pelotudo. Estoy laburando, y encima el hijo de puta de Juan me tuvo dos horas escuchándolo, es larguísimo. Mañana te cuento.


Interlocutor: - Listo boludo, todo bien. Mañana nos vemos...




Y así por el estilo. Es raro, uno mientras hace la cola, intenta adivinar que clase de relación une al empleado con su interlocutor.

Porque, evidentemente hay un cierto aprecio, no son enemigos. Al menos yo no les doy el número de teléfono del trabajo a mis enemigos. Pero por otro lado, tampoco parece que fueran amigos, porque uno no insulta así a sus amigos. Tal vez pueda hacerlo sí es que uno se enoja con ellos, pero en situaciones normales no.


Uno ocupa su mente en estas cosas para no notar que pasa el tiempo y uno sigue allí. Para colmo hay 6 cajas, y solo dos están abiertas.

A veces sucede que uno tiene arranques de felicidad cuando ve que un tercer cajero toma posición en una de las cajas que estaban inhabilitadas. Pero a no desesperarse. Es un hecho científico: Si un tercer cajero se suma a la línea de cajas, invariablemente, uno de los dos que estaba atendiéndonos, dejará de hacerlo. Con lo cual, seguimos en la misma, solo nos han cambiado la cara del cajero.


Finalmente, uno llega a la caja. Mientras realiza el trámite, a veces sucede que uno se le queja al cajero, por algún problema en el servicio de la empresa, como si él fuera el responsable.


Este amable señor/ chico nos dice que no es su culpa, por mas que nosotros tengamos razón. Esto es lo normal, pero a veces pasa que ante nuestro exceso de cólera, el cajero también se encoleriza, y esto a uno lo irrita más porque este cuasi púber no entiende que "el cliente siempre tiene la razón". La situación se pone tensa y entonces uno inquiere: "Quiero hablar con el jefe de la compañía". A lo cual el cajero nos dice: "¿Quiere hablar con el jefe de la compañía? Bueno... vaya a Ezeiza, tómese un avión a París; y cuando llegue pregunte por Pierre Valmont.


En esos momentos, uno furioso, toma la boleta ya paga que el cajero nos entrega con cara de pocos amigos, se va y emprende la vuelta a su casa. En el trayecto piensa que el cajero es un insolente, que deberían despedirlo, y que es una barbaridad que ese mocoso nos haya contestado así, con ese sarcasmo.


Mas tarde, ya en casa uno se da cuenta que en realidad el chico no estaba siendo sarcástico, sino diciéndonos la verdad. Efectivamente el dueño de la empresa es francés y está en París, donde también se encuentra la Casa Central. Entonces uno reflexiona, y se da cuenta que la verdadera barbaridad no es que el cajero nos haya contestado así, sino que la verdadera barbaridad es que éste país haya regalado sus riquezas a empresas extranjeras.


FIN

No hay comentarios: