sábado, diciembre 04, 2004

SOBRE IR A PAGAR LOS IMPUESTOS (1ª parte)

Uno va a pagar los servicios. Uno empieza a pensar, mientras camina, que las privatizaciones estuvieron mal hechas, etc. Algunos dicen que cuando eran del Estado era mejor. A nivel atención al cliente...

Veamos como era entonces...


Uno está esperando en una fila kilométrica que una gorda termine de hablar y de tomar su café para atender a los clientes. En realidad uno está lejos de la gorda porque como dije, la cola es kilométrica, y uno tiene el número 1542452458245-9. En fin. Uno desde lejos cree que tal vez esté hablando de algo laboral, de algo importante. Pero resulta que el que está primero en la fila empieza a enojarse porque no lo atienden. Y entonces empieza a contarnos a todos los demás que estamos en la fila, que en realidad la gorda( no es despectivo, pero por lo usual aquellas señoras eran gordas), esta hablando con "Tita", sobre lo lindo que fue la fiesta de cumpleaños de "El bebé". También hablan sobre lo inteligente que es "El bebé". Como para muestra basta un botón, hablan de las sobradas muestras de inteligencia que dio "el bebé", como por ejemplo, que ya habla!!!. Lo cual parece realmente extraordinario!!!. Pero a no apresurarse, que todavía hay más. "El bebé, además de saber hablar, es capaz de pelar naranjas!!!. Tal vez usted no tenga noción de la real importancia, de lo trascendente que es que un bebé dé tales muestras de inteligencia a tan corta edad; pero sin duda, es un hecho que merece ser comentado. Uno, por un segundo, se olvida de que la señora( ahora que estamos conmovidos por la inteligencia de "el bebé", ya no la tratamos de gorda aunque pueda pasar como doble de María Marta Serra Lima), debería estar atendiendo, y se siente feliz por el niño. Por un segundo, uno no le echa la culpa a la señora, y se dice a sí mismo: " Bueno, está perdonada, es lógico que esté tan contenta". Pero, el señor de bigotes que está primero en la fila, lo mira a uno y le dice: ¿Sabés cuantos años tiene "el bebé"?. Uno, por supuesto, no tiene ni idea, pero arroja una cifra que se cuenta en meses. El señor de bigotes replica: "No infeliz, le oí decir a la gorda que ya tiene 15 años!!! ¡¡¡El bebé tiene 15 años!!!. Uno se enfurece, aun mas con la( ahora sí) gorda. Y empieza, al igual que los compañeros de la fila, a emitir quejas, sobre lo mucho que tarda en atender.


Ya hace horas que uno está esperando ser atendido, y entonces, para matizar la espera empezamos a organizar partidos de truco con los compañeros de fila. Usted me dirá que nadie lleva cartas cuando va a pagar los impuestos, y yo le digo, que debería hacerlo. Seguimos en la espera, en realidad las cosas se deforman. Los partidos de truco ya no son tales, ya son campeonatos. Le aconsejo que tomé por pareja al que tenga al lado, porque es toda una odisea, hacer la ceremonia de "tirar los reyes" para ver quien le toca a uno de compañero. Máxime cuando( lo cual sucede con facilidad) la cola supera las 40 personas, en esos casos se hace imposible, ya que hay menos barajas que gente. Estos torneos de truco( también pueden ser chinchón, escoba de 15, canasta, o lo que se prefiera) terminan, he sabido, llegando a ser grandes eventos sociales. Uno termina conociendo mucha gente. Incluso conozco gente solitaria, que cuando quiere salir de su soledad, va a pagar los impuestos, para ver si en dichos torneos, consigue a alguien. En esos instantes uno rememora el cuento de Cortázar , llamado "La autopista del sur" en el cual hay un embotellamiento tan grande que dura meses y los personajes se interrelacionan de manera tal, que incluso hasta hay dos que terminan teniendo un hijo( todo, excepto el nacimiento del niño, teniendo como escenario dicho embrollo vehícular). Uno, al recordar el cuento de Cortazar empieza a sospechar que puede pasarle lo mismo. Empieza a mirar "con otros ojos" a la morocha que tenemos por pareja en el truco. La morocha nos tira besos permanentemente, mientras se desarrollan las partidas. Uno toma esto como una inequívoca señal romántica, realizada en un momento poco oportuno. Entonces uno empieza, interiormente, a imaginar que clase de situaciones podrían darse entre uno y una morocha como ésa, si se hubieran conocido de otro modo; he incluso, que clase de cosas podrían suceder, cuando salieran de ese lugar. Finalmente uno pierde ese partido, y descubre que los constantes besos de la morocha, no se debían al irrefrenable amor que siente por nosotros, sino a que nos estaba indicando (por medio de la clásica seña que se utiliza en el truco) que una de sus cartas era un 2.

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