jueves, abril 21, 2005

LA MUSA

Los antiguos creían que los artistas no eran sino instrumentos de los diosesLa inteligencia, la destreza, el rior de los aprendizajes, de poco servían sin la intervención de las musas. Por eso al comienzo de cada canto pedían explícitamente una ayuda sobrenatural, invocando a la diosa:
Canta, diosa, la venganza fatal
de Aquiles de Peleo

O más recientemente:
Pido a los santos del cielo
que ayuden mi pensamiento

Sin la diosa, un poeta no era nada. La poesía es en verdad una invocación religiosa de la musa. Y la recompensa del arte no es otra que la experiencia mágica de dicha y horror que la aparición de la diosa provoca.

Los griegos contaban que las musas eran nueve hermanas, hijas de Zeus, y fruto de otras tantas noches de amor con Mnemósine, que era la personificación de la memoria. Antes que nada eran cantoras. Las convidaban a las grandes fiestas del Olimpo y sus himnos deleitaban a Zeus. Vivián en un bosque sagrado, cercano al monte Helicón. Solían reunirse alrededor de Hipocrene, es decir la Fuente del Caballo, un manatial abierto por Pegaso, al dar sus cascos contra una roca.
El agua de aquella fuente favorecía la inspiración poética.

Con el tiempo, cada una de las hermanas vino a tener una función determinada: Calíope se ocupó de la poesía épica; Clío, de la historia; Polimnia, de la pantomima; Euterpe, de la flauta; Terpsícore de la danza; Erato de la lírica coral; Melpómene, de la tragedia; Talía, de la comedia; Urania, de la astronomía.
En los mitos escandinavos, Odín consiguió hacerse con un frasco de miel y de sangre fabricados por los enanos y que son el secreto de la poesía. Por eso habla siempre en verso.
La psicología, esa colección de mitos de nuestro tiempo, desmiente la intervención de la diosa y la reemplaza por otros estímulos menos convincentes.

Lo cierto es que el artists siente, a veces, que le dictan o le cantan en el oído. O mejor todavía, siente una fuerza que le es exterior lo impulsa a cumplir los arduos trabajos de alrte.
Se trata - es necesario decir- de fuerzas mucho más poderosas que las encarnadas por el ansia de fama, dinero o distinciones.

En rigor, no puede hablarse del placer de la creación artística, porque esta creación no siempre es placentera y la mayoría de las veces está rodeada de unas penurias tales que es necesario un enorme valor para evitar el desaliento.

Algunos deterministas sostienen que -a falta de musa- el artista es el inevitable resultado de las circunstancias sociales, económicas y políticas. Es decir, que examinadas las condiciones de una región en un momento histórico determinado , es posible conjeturar qué de obras se acuñará allí. Así, se ha señalado que la historia pastoril típica de la Pampa, produjo el Martín Fierro. Borges objeta que esta misma vida pastoril ha sido típica de muchas regiones de América, desde Montana y Oregón hasta Chile, pese a lo cual estos territorios se abstuvieron enérgicamente de redactar el gaucho Martín Fierro. Ciertamente, lo social y lo económico influyen en el arte. Pero es imposible saber de qué modo. El artista puede acompañar a su época o resistirla. Un régimen autoritario puede engendrar un riguroso arte oficial o una indignada rebelión romántica, o cualquier otra cosa.

Durante mucho tiempo me ha gustado creer que el verso perfecto estaba al final de un camino lleno de espantos y pena.

El puente Chinvrat de los persas prometía un tránsito fácil para los justos e imposible para los malvados. Este sendero poético que me atreví a imaginar conducía a un lugar más glorioso cuantos mayores eran los sufrimientos del camino. Y allí los malvados elegían el camino fácil., el que no llegaba a ninguna parte.

Más tarde, Robert Graves me reveló una verdad: la musa es la mujer que uno ama. El poeta inspirado se conecta con la diosa sólo a través de una mujer en la que ella reside hasta cierto punto. Un poeta verdadero se enamora absolutamente y su amor sincero es para él la encarnación de la musa.

Desventuras de última hora me hicieron ver que tal vez ambas intuiciones son ciertas. El camino difícil es el camino del enamorado y del poeta. Ese camino es el que conduce a la diosa, que es la mujer mada y la única que conoce - o nos hace conocer- la música buscada.

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